Directora creativa en You Art
A día de hoy, resulta inimaginable pensar en una sola empresa u
organización que no tenga una marca, un logotipo, unos colores corporativos. ¿A
que sí? Desde las banderas que representan países hasta los sellos de los
productos que adquirimos, todo lo que nos rodea enarbola su propia identidad
visual. Hablemos ahora de branding en
nuestro entorno específico: el derecho.
Creación de marca. ¿Qué es y en qué consiste este proceso que
tanto nos gusta a los profesionales del marketing?
Es habitual que, en un primer momento, la palabra 'marca' nos evoque la idea
del símbolo, logotipo. Pensamos automáticamente en ese icono gráfico que
representa una entidad. Sin embargo, una
marca abarca mucho más allá de lo visual.
Nuestra filosofía de empresa,
nuestros valores, la forma única que tenemos de trabajar, las características
de nuestros productos o servicios... En definitiva, nuestro posicionamiento. Todo aquello que nos identifica y nos
distingue del resto debe formar parte de la marca. Y más aún, debe
constituir la base y fundamento de nuestra identidad, como indispensable primer
paso, antes del diseño de elementos visuales.
El desarrollo de una imagen corporativa requiere siempre de un enfoque
estratégico previo. Diseñar un logotipo o una página web sin tener claro
qué queremos comunicar sobre nosotros mismos sería como construir una casa
empezando por el tejado.
Analicémoslo con un ejemplo. No
tendría demasiado sentido que el logotipo de un despacho de abogados integrara
una tipografía infantil, colores muy brillantes y un dibujo de una muñeca
-imagina el logo de Barbie-¿verdad? Lógicamente, imagen y marca no encajan. Se
trata de un símil muy evidente, pero nos sirve para ilustrar la importancia del
posicionamiento.
Y es que,
como en cualquier acción de marketing, crear una
marca y su identidad visual es un proceso complejo en el que debemos poner el
mayor grado de implicación y planificación para que el resultado sea el mejor.
Desarrollar un enfoque estratégico nos servirá para guiar todo el proceso y
saber qué viene detrás de cada paso.
¿Por qué nos
chirriaba el ejemplo del logotipo Barbie para un despacho de abogados? En este
caso, porque los valores que asociamos con una firma en el ámbito del derecho
son absolutamente opuestos a los de una marca infantil.
¿Qué
esperaríamos de un despacho? Mejor dicho, ¿qué
esperaríamos de la imagen corporativa de un despacho? Líneas sencillas, elegantes,
colores sobrios, tipografía clásica -sea romana o palo seco- de máxima
legibilidad, escasa iconografía...
Todas estas
expectativas tienen que ver con nuestro imaginario colectivo. Son líneas de
representación gráfica que nos devuelven una imagen de confianza, diligencia, seriedad, profesionalidad, trabajo riguroso.
En resumen, todo lo que desearíamos de nuestros abogados. Y todos estos
valores forman parte del posicionamiento.
Pero este
posicionamiento no se expresa únicamente a través de la imagen corporativa.
Nada más lejos. Es la identidad propia de la marca y debe
estar presente en todas las formas de su comunicación. Desde el logo hasta
las acciones publicitarias, desde la papelería a las notas de prensa, desde el naming a la presencia en redes sociales.
Todo debe avanzar en la misma dirección.
Precisamente
por este motivo, en el ámbito de la abogacía numerosos despachos eligen namings patronímicos. Esto es, nombres
de marca que corresponden a los apellidos de sus socios. ¿Por qué? Al igual que
un diseño u otro nos transmite una información u otra, el naming también tiene un fuerte papel de significación.
Una empresa
que se dirige a nosotros con nombre y apellidos, con su propia firma e
iniciales, nos transmite una cercanía y confianza que recibimos gratamente de
un despacho de abogados. Pues nuestro
ámbito de experiencia exige poner en valor el rigor y la implicación de los
profesionales: las personas.
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Foto inicial: pexels
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