Autor: Rubén Fernández Vela,
Consultor legal de tecnología y entornos digitales.
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Fuente: Rocketfeller Foundation |
El vocablo “Resiliencia” tiene su origen en el término latino
“Resilio”, que significa volver atrás, volver en un salto, rebotar. En el
idioma castellano fue la física quien adoptó el término resiliencia para
referirse a la capacidad que tienen los cuerpos para volver a su forma original
después de haber sufrido deformaciones producto de fuerzas que actuaban sobre
él. En su vertiente tecnológica equivale a la capacidad de un sistema de
soportar y recuperarse ante cualquier perturbación. Desde el ámbito de la física este vocablo ha sido posteriormente
acogido por otros campos del conocimiento aumentando su polivalencia
conceptual. De este modo:
- Desde el punto de vista de la psicología, es la capacidad
que tienen las personas de poder sobreponerse a periodos emocionales negativos
o a contextos situacionales problemáticos.
- Desde el ámbito de las Ciencias Sociales, es entendida
como la capacidad que tienen los grupos sociales para poder sobreponerse a
aquellos resultados o situaciones adversas, de forma que reconstruyen sus
vínculos internos con la finalidad de prevalecer como colectivo y mejorar sus respuestas
adaptativas.
- La ecología la contempla como la capacidad de las
comunidades y ecosistemas de absorber las perturbaciones sin alterar,
gravemente, la estructura y funcionalidad de las mismas, pudiendo regresar a su
estado original una vez que el riesgo haya cesado.
También hay un significado para la resiliencia desde el
punto de vista del emprendimiento, entendiéndose como la capacidad que tiene el
emprendedor para hacer frente a situaciones que obstaculicen la generación y desarrollo
de su negocio, creando sinergias con socios o colaboradores.
Finalmente, en las
ciencias jurídicas, la resiliencia es entendida como la capacidad que
tienen las personas, dentro del contexto de los Derechos Humanos, de recuperar su estado original de libertad,
igualdad, inocencia, etc., después de haber sido sometidas a las acciones de
fuerza del Estado.
Todas las acepciones del concepto tienen algo en común: se refieren a la capacidad que tienen los
objetos o los sujetos de adaptarse a los cambios del entorno, amortiguándolos,
sin que cause impactos negativos en el sistema y así mismo, en algunos casos, poder
obtener o movilizar recursos para generar unas mejores respuestas.
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La rueda de la resiliencia |
Para poder trasladar la aplicación del concepto
“resiliencia” al de ciudad, debemos entenderla no desde la visión clásica que
define a ésta como “un conjunto de edificios y calles, regidos por un
ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica, por lo común, a
actividades no agrícolas”, sino la que desde una visión más moderna la contempla
“como un conjunto de nodos interconectados entre sí que, generando información
enriquecida e interpretable, configuran una estructura mayor o superestructura”.
Así, desde esta perspectiva y como ejemplo, los barrios forjados a lo largo de
la historia (que no las configuraciones administrativas artificiales que son
los distritos) serían las células que, autónomas generadoras de información,
componen otro organismo mayor, en nuestra metáfora, la ciudad.
Aunque en el concepto de resiliencia de una ciudad suele
haber una relación íntima de cómo ésta reacciona ante desastres naturales [i]podemos
diferenciar dos formas de aplicación del concepto, una en sentido estricto y
otra en sentido amplio:
- La primera, se centra en reducir el concepto de “ciudad
resiliente” a aquella que está preparada para afrontar los riesgos naturales
que pueden acecharle mediante el diseño preventivo de estrategias sostenibles.
- El segundo concepto, amplio y acorde con la realidad
actual, es el que entiende una “ciudad resiliente” como aquella que no solo
está preparada para afrontar posibles riesgos naturales, sino que, en general,
cada órgano de la misma, cada barrio, es capaz, dentro de un sistema mayor, la
ciudad, de absorber y resolver sus diferentes retos generando información
enriquecida para el conjunto. En definitiva, se trata de una adaptación al
cambio constante que vivimos.
Para su efectivo desarrollo se debe llevar a cabo la tarea
de descongestión de las infraestructuras que propone el concepto de “ciudad
inteligente”, organizando estructuras menores interconectadas que implican la
creación de fórmulas participativas las cuales, finalmente, harán que los datos
enriquecidos transmitidos tengan mayor validez dando lugar a un efectivo
empoderamiento de la ciudadanía en la participación, decisión y planificación
sobre la ciudad, co-creando con la
Administración Local. Éstas deberán entender y tomar conciencia de quién
mejor que aquél ciudadano que vive, ha vivido y vivirá en un barrio, sabe lo
que éste necesita. Este conocimiento
debe ser entendido como bidireccional, esto es, ciudadano - administración y
viceversa. Todo esto deberá ser realizado mediante el uso de tecnologías
aplicadas al entorno urbano para crear un verdadero y efectivo tejido digital
interpretable y, como he mencionado, enriquecido, capaz de responder a demandas
y situaciones que, de otro modo, serían imposibles de solucionar debidamente,
ni siquiera mediante las fórmulas que presenta la “ciudad inteligente”.
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Fuente: Rocketfeller Foundation |
La resiliencia en la ciudad debe incluir cuatro planos:
- Plano gubernamental,
político, institucional: el cual debe fomentar la coordinación entre los
distintos núcleos de la ciudad, reivindicando el protagonismo del barrio frente
al artificio del distrito. Además siempre debe tratarse de un modelo de
gobierno abierto.
- Plano social: se
trata de un empoderamiento de los ciudadanos mediante la participación, datos
abiertos, etc.; en definitiva poniendo en práctica una democracia basada en el
conocimiento que, a su vez, para hacerla efectiva, se sirve del Internet del
conocimiento.
- Plano económico:
principalmente se trata de la reutilización de los datos enriquecidos para
generar posibles beneficios y dotación a pequeños comercios de barrios y a las
asociaciones.
- Plano medioambiental:
es en este plano sobre el que todos los estudios de la resiliencia de la ciudad
hacen hincapié, por ello he decidido centrarme en los tres primeros los cuales,
hasta ahora, han quedado relegados del foco de la atención.
De la interacción de estos planos (teniendo en cuenta la
participación, los datos enriquecidos que provienen de cada unidad y de su
interpretación ulterior) se podrá generar un mayor compromiso local,
garantizando una respuesta clara, precisa y directa a cada uno de los núcleos
de la comunidad. Las ventajas de aplicar el concepto amplio de resiliencia a la
ciudad son muchas, de forma simplificada pueden reducirse a dos grandes grupos.
Ventajas a nivel de
liderazgo político:
- Se alcanza una mayor confainza y legitimidad en las
autoridades locales eliminando la desafección actual.
- Se produce una necesaria descentralización de las
competencias, lo que implica una optimización en la realización de las tareas
que le competencias
Beneficios para los ciudadanos:
- Aumenta la participación ciudadana de calidad.
- Generación de un sentimiento real de pertenencia.
- El ciudadano se erige
como conocedor de todo lo público.
Por supuesto que la gestión, implantación y desarrollo de los
parámetros o planos de resiliencia en una ciudad no es baladí, supone un altísimo
grado de implicación del Gobierno local, las autoridades y departamentos municipales,
los sectores académicos, ciudadanos, sectores empresariales, asociaciones y
ONGs, etcétera, en definitiva todos los actores sociales que componen y
cohabitan en una ciudad.
Será recomendable que una entidad externa elabore un plan de
acción que defina, gestione, audite y revise los roles de todos los actores
hasta la madurez de su implantación. Igualmente, la creación de un verdadero
marco de normas de soft law y hard law al respecto a nivel local de y sobre temas
como el gobierno abierto, la transparencia, los datos abiertos, la
reutilización de los datos, etc. Y, por último, el uso intensivo de los
espacios digitales.
Para ello, entiendo necesario una importante educación ciudadana desde una temprana edad, una
transmisión de conocimiento tanto por medio de las tecnologías de la
información como de persona a persona, la creación de aplicaciones, el uso de nuevas
herramientas de clasificación o de otras ya existentes como, por citar dos ejemplos,
Streetmix, para el diseño de las calles, y Wikimapía, como repositorio de múltiple
información.
Opino que la "ciudad inteligente", en realidad, no
es más que un experimento de algunas grandes multinacionales. Últimamente diferentes
adjetivos han calificado la configuración de la ciudad, así, según el lugar, momento
o intereses se ha hablado de una ciudad sostenible, habitable, sana, segura,
bio climática, verde, de los ciudadanos y, ahora, "Inteligente".
Entiendo que una empresa, con capacidad suficiente, que vea
un nuevo nicho de mercado y negocio debe explotarlo pero lo que no es aceptable
es que, en el proceso de consecución de ese legítimo acto mercantil, puedan
verse afectados valores tan importantes como son la transparencia, la
participación y la coproducción conjunta entre ciudadanía y la entidad local,
al no integrar a sus principales activos, los ciudadanos, en todo este proceso.
Quisiera concluir expresando,
que una ciudad es mucho más que un nicho de negocio empresarial siendo todo el
colectivo de sus integrantes los que deberían construirla y no un conjunto de empresas con objetivos y valores dispares.
Si te gustó esta entrada, tal vez te interese leer:
[i] Ver Cómo desarrollar ciudades más resilientes:
Un Manual para líderes de los gobiernos locales; publicado por las Naciones
Unidas